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¿Por qué insultamos cuando nos golpeamos?

Un mal cálculo con el martillo, una superficie más caliente de lo que esperábamos, un gol del equipo contrario en el último minuto o el típico golpe del pie con la mesita. ¿Por qué en estas situaciones no podemos evitar que se nos escape un insulto?

Pocas costumbres son tan antiguas como maldecir. Si bien las (malas) palabras cambian, es una acción que se mantiene en diferentes culturas a pesar de las diferencias entre los lenguajes. Esto es posible porque las groserías están estrechamente ligadas a las emociones.

Nuestro cerebro trata de manera diferente los insultos respecto al resto de palabras. La mayoría del lenguaje se genera en la corteza cerebral y en las áreas específicas de lenguaje. Por el contrario las palabrotas son almacenadas en una zona más interna y evolutivamente más antigua del cerebro, la amígdala.

La amígdala cerebral es una zona que compartimos con muchos otros mamíferos. Es el principal núcleo de control de las emociones y su función es conectarlas con una conducta adecuada. Por ejemplo, es la responsable de que cuando sentimos un peligro inminente nuestro cuerpo se prepare para la huida.

Alojarse en una zona del cerebro tan importante permite que las malas palabras tengan ciertas propiedades que el resto de palabras no tienen, como por ejemplo nos permiten tolerar mejor el dolor.

Las groserías y el dolor

El doctor Richard Stephens, catedrático de psicología de la Universidad de Keele y especialista en las consecuencias de las malas palabras, realizó un estudio en el que pidió a 66 voluntarios que metieran la mano derecha en agua con hielo. En la primer prueba los participantes debían hacerlo mientras repetían una palabrota de una lista de “palabras que dirías cuando te golpeas con un martillo”. La segunda parte del experimento era igual solo que repitiendo una palabra de la lista de “palabras que dirías para nombrar una mesa”.

Los resultados indicaron que el grupo de los insultos no sólo aguantaba más tiempo con sus manos en el agua helada, sino que su sensación de dolor era menor y su ritmo cardíaco mayor respecto al grupo de la mesa. Blonde shocked woman holding anxiously the hand over mouth

¿Groserías analgésicas?

Esta investigación sugería que decir groserías podría tener un efecto analgésico, aunque no explicaba el motivo. La hipótesis de los investigadores fue que este efecto podía ser debido a que insultar está asociado a emociones negativas.

Estas emociones desencadenan una respuesta fisiológica instintiva que se activa ante la percepción de daño, ataque o amenaza, conocida como “lucha/ huida”. En este estado de alerta y defensa el cuerpo aumenta el ritmo cardíaco y reduce la sensación de dolor, los mismos efectos que se encontraron en la investigación.

Las groserías y la fuerza

El doctor Stephens continuó con sus investigaciones y en 2016 realizó un experimento similar esta vez aplicado al deporte. El grupo debía realizar una prueba de fuerza anaeróbica en una bicicleta, una vez repitiendo groserías y otra vez sin las groserías.

Nuevamente los resultados mostraron un aumento de la fuerza en el primer grupo. Sin embargo en esta ocasión no se verificaron las mismas reacciones fisiológicas que en el experimento anterior, por ejemplo el aumento del ritmo cardíaco.

Los investigadores entonces concluyeron que la primer hipótesis de la “lucha/huida” podía no ser correcta. El motivo por el que las groserías nos permiten disminuir el dolor y aumentar la fuerza física sigue siendo un misterio.

Aunque todavía no sepamos con certeza las causas, la realidad es que las malas palabras nos ayudan a sobrellevar el dolor y llegar a los límites de nuestra fuerza física, así que la próxima vez que necesiten incrementar su fuerza o aliviar el dolor insulten sin remordimientos. Es por su bien.

Autor: Santiago Salvatori


Fuentes:

  • Cerebro, exabruptos y decir groserías. Psyciencia. Recuperado el 60 de Junio  2017 de enlace
  • Study at Keele University shows that swearing can lessen pain. The guardian. Recuperado el 60 de Junio  2017 de enlace
  • Castillero Mimenza, O. ​Amígdala cerebral: estructura y funciones. Psicología y mente. Recuperado el 60 de Junio  2017 de enlace
  • New research finds swearing can make you stronger. Keele. Recuperado el 60 de Junio  2017 de enlace
  • Swearing outbursts ‘can lessen pain. Independent. Recuperado el 60 de Junio  2017 de enlace
  • Swearing increases pain tolerance. Scienceblog. Recuperado el 60 de Junio  2017 de enlace
  • Imagen: newsinc.com. Recuperado el 60 de Junio  2017 de enlace
  • Imagen:ichef.bbci.co.uk. Recuperado el 60 de Junio  2017 de enlace